Te pasaste días viendo cómo le sentaba la luz a las muestras de pintura en la pared, te faltó poco menos para elegir cada uno de los muebles y, cuando llega la hora de elegir las cortinas, ¿cuelgas las primeras que se te ponen por delante? ¡Error!
Son mucho más que un trozo de tela que oculta las ventanas o proporciona privacidad: además de decorativas, son claves en la luminosidad de tu casa. ¡No te equivoques al elegirlas!
Precipitarse nunca es bueno.
Ni color, ni estampado ni tipo de sujeción… El primer aspecto que debes tener en cuenta para acertar con las cortinas tiene, en realidad, poco que ver con ellas y mucho con lo que mantienen oculto: las ventanas.
Y es que hasta las caídas mejor coordinadas pueden resultar un desastre si no se tiene en cuenta la luminosidad con que cuentan. Piensa que las ventanas orientadas al norte siempre reciben menos cantidad de luz que las que lo están al sur, por lo que es recomendable una tela no muy tupida ni oscura, para no quitar aún más claridad a la estancia. Y, por el contrario, en ventanales al sur, quizás sea necesario optar por una que pueda bloquear los rayos más intensos.
Ante todo, equilibrio.
Un error frecuente, muy ligado a lo anterior, es colocar solo unos finos visillos en cuartos poco luminosos. Aunque parezca una buena idea para potenciar la luz natural del espacio, piensa que, igual que todos los días sale el sol (¡chipirón!), también se pone y que hay varias horas en las que las cortinas son básicas para proteger nuestra intimidad de miradas indiscretas. Algo que las transparencias –más adecuadas para sugerir que para esconder– no pueden garantizar.
En estos casos, lo mejor es combinar dos capas: una translúcida para el día y una opaca para la noche. Y aunque esto te traiga a la cabeza esos cortinajes clásicos propios de palacete con solera, no sufras: hay muchas formas de hacerlo para que encaje en un estilo actual como, por ejemplo, combinando estores o screens bajo los visillos, con persianas de lamas, con paneles planos como los japoneses…
No solo decoración.
Olvidar la misión de las cortinas como elementos que filtran la luz de un espacio puede tener consecuencias catastróficas, como no poder dormir hasta tarde si tu dormitorio está orientado al este y te decidiste por unas finas caídas o tener que sepultarte bajo la almohada para echar la siesta si lo está al oeste.
Solución: sea cual sea la cortina elegida, no olvides combinarla con unas telas de tejido opaco capaz de bloquear la luz, tipo foscurit que, además, te ayudará a controlar la temperatura interior de la habitación.
Toma medidas.
Puede parecer una obviedad pero no serías ni el primero ni el último que se queda corto con la barra de la cortina –o con el raíl cortado a medida, ¡lo que es aún peor!– por no medir con cuidado la ventana, o hacerlo al «ojo».
O incluso que aún habiéndolo hecho no tiene en cuenta que debe añadir a la cifra resultantes mínimo 30 cm a cada lado de la ventana para poder apartar las caídas, abrirla con comodidad y evitar que se vean los marcos por los lados.
La fórmula del éxito.
¿Cómo es posible que esa tela que lucía rica y suntuosa en la exposición –o en el catálogo, en la foto de internet o en casa de tu amigo…– se vea ‘escuálida’ en nuestra ventana? Puede que la culpa no sea de la tela en sí, sino de la cantidad –escasa– con la que hayas confeccionado las cortinas.
Para calcular la cantidad de tejido necesario para tus cortinas se recomienda multiplicar la medida del hueco a cubrir por 2 o 2,5 –e incluso por 3, en el caso de los visillos más finos–, en función de si queremos un efecto más fruncido o más lineal.Y no olvides añadir unos 10 cm más para los dobladillos de los lados.
Efecto lifting.
Del mismo modo que un pantalón pitillo con tacones te alarga las piernas y uno de corte boyfriend las acorta (por muy de moda que esté), el lugar donde coloques la barra de las cortinas influye en su acabado final. Sean cuales sean las medidas o formas de las ventanas, si los paños salen de debajo del techo resultarán más estilizados que si colocas el soporte justo encima de estas.
Al igual que sucede con el ancho, para el largo de las cortinas también hay que recurrir a las matemáticas: la tela debe medir al menos 35 cm más que la caída confeccionada de la cortina. (para poder realizar la sujeción superior y el dobladillo). Tenlo en cuenta si no quieres que acabe pareciendo que tu pared ha dado ‘un estirón’. Y, si quieres que arrastren, añade otros 10 cm.
Cuestión de estilo.
¿Te enamoraste de una tela con un estampado tropical de súper-tendencia y ahora te ves cambiando toda la decoración del salón para que encajen? Eso es lo que se dice vivir en carnes propias el protagonismo que pueden llegar a adquirir las cortinas estampadas, sobre todo en versiones coloristas o con motivos de grandes dimensiones.
Si no ha sido una decisión consciente, es mejor decantarse por tejidos lisos y preferiblemente de colores claros aunque también tienes la opción de convertirlas en el centro de atención de la sala rebajando el impacto de otros elementos con peso visual, como el sofá o las alfombras, para evitar que compitan entre sí.
Cualquier tela no vale.
Aunque a gustos, colores –y estampados–, la tela más bonita del mundo no lucirá como esperas de ella si no tiene una buena caída, como las que proporcionan los tejidos de lino, algodón o seda. Por otro lado, estas fibras naturales presentan algunos inconvenientes, como la tendencia a encoger o la decoloración por acción del sol, en el caso de los colores más intensos.
Aunque parezca todo un dilema, la solución suele estar en el punto medio: elige un tejido con una cierta cantidad de fibra sintética que le de estabilidad frente al agua y la luz para disfrutar de unas cortinas tan prácticas como decorativas.
Coordinar, no asfixiar.
Utilizar una misma tela –sobre todo estampada– en cortinas, tapicerías y cualquier otro elemento que se te ponga a tiro –véase pantallas de lámpara, cojines, etc.– no solo está pasado de moda sino que conseguirá que tu sala de estar, lejos de verse ‘arropada’, resulte poco menos que claustrofóbica.
Lo cual no quiere decir que, por miedo al efecto abigarrado, acabemos con un esquema tan neutro que pueda acabar siendo soso. A medio camino entre una y otra opción, opta por unas cortinas con algún realce si tus muebles son lisos y sobrios o por unas lisas en caso de tapicerías estampadas aunque, en cualquier de los dos casos, en una paleta de color que integre los distintos elementos.
No acabes odiándolas.
Las cabeceras de las cortinas tienen un componente visual –con más o menos frunces, más o menos elaboradas…– pero también uno puramente funcional: asegurar que las caídas se deslizan con suavidad.
Procura tenerlo presente antes de decantarte por unas lazadas o un doblez sin más en la misma tela de la cortina, sobre todo en el caso de las más gruesas y difíciles de accionar. Este tipo de acabados funciona con visillos finos y en ventanas que no suelan abrirse con frecuencia, aunque para el día a día son más recomendables ojales metálicos, anillas o ganchos que puedan manejarse cómodamente desde el suelo, ya sea con la misma cortina o con una barra para ello.